We are family, pff!
Mi hermana Mariana vino a
visitarme, traía una caja de bombones azul y blanco, de esos que tienen una
textura azucarada rica. Por algo es mi hermana y sabe por dónde darme. Esos
bombones. En agradecimiento a los bombones le di un tour por el departamento,
lo miraba con mucha curiosidad, y aunque vio a Román en foto no tuve tiempo de presentárselo
porque, afortunadamente, no estaba. Y digo por fortuna porque Román es un
caballero, es muy amigable y lo último que quiero en la vida es que haga
amistad con Mariana y tenerla aquí bajo cualquier provocación, porque, bueno,
Román es guapo, e inalcanzable y esas dos características la ponen –también yo la
conozco-. Le tuvo miedo a la
Whitney y asco a la Ramira.
Todo tan normal en ella. “Pues no vives mal, eh. Aunque no
cambio por nada Santa Fe, si vieras qué padre me la paso ahí” “Ah” le dije,
aunque cuando yo viví en Santa Fe (y no es por presumir) siempre tuve la incógnita
acerca de si en realidad no teníamos drenaje, había veces en que no podía dormir
pensando en que flotábamos en mierda, pero jamás se lo dije a Renata. ¡Bastante
generosa era conmigo! Lo mismo pienso ahora con Mariana. Después ir a la comida
árabe nos despedimos. Y ese mismo día, el domingo, sucedió algo horrible. Feo
en verdad.
Venía caminando cerca de un
tianguis de comida. Traía el estómago lleno por tanto condimento, pensé que si
comía un poco de fruta se me quitaba el sabor y cuando esperaba a que me prepararan
mi coctel vi en unos puestos lejanos a Vanessa, a su novia, la tetona, y a Rudy jugando a la familia
feliz. ¡Par de pendejas! Se reían, se daban de comer en la boca, y le habían
comprado al perro, a mi perro, una camiseta de rayitas blancas y azules… ¡más
maricon no se puede! Él también sacaba la lengua y sonreía. ¡Qué asco! Y
entonces me quedé pensando, qué fail con Vanessa, me lleva a su casa, me dice
pendejadas, y la hubieran visto, parecía recién casada. No mamen. Hasta el
hambre se me quitó. Pagué mi vaso porque la señora no tenía la culpa de esa
escena repugnante y falaz que estaba presenciando, y me fui en chinga perdiéndome
entre la gente para que ninguna de las tres me viera. Pero ya unas cuadras
adelante sentí bien culero, me recargué en uno de los árboles, no sabía si
llorar y maldecirla, comencé a hablar sola, agrediéndolas en mi imaginación, de
hecho una chica que pasaba con su perro me vio y mejor se hizo a un lado. Dejé
al fruta en la banqueta (error, mejor me la hubiera comido pero andaba en
shock) regresé al departamento y me encerré. No había nadie, todo en silencio.
Ramón tuiteaba desde la Roma con 4 others y yo… contemplando a Whitney,
que es suertuda, nunca se ha enamorado.